Cuenta la leyenda que en la antigua China, durante la dinastía Tang habían un joven llamado Wei Gu que cierta noche pasaba por la ciudad de Songcheng, donde vio bajo la luz de la luna a un anciano tranquilamente recostado sobre su mochila leyendo un libro. Sorprendido por el hecho de que el anciano pudiese leer con tan poca luz Wei Gu se aproximó a preguntarle qué leía.
«Estoy leyendo un libro de matrimonios que enlista quién se va a casar con quién. En mi mochila traigo hilos rojos para atar los tobillos de los maridos con sus respectivas esposas» respondió el anciano, que no era otro que el mismísimo Yue Lao, el Dios del Amor y el Matrimonio, aunque Wei Gu no lo sabía.
Wei Gu no supo qué pensar sobre eso, pero como iba de camino al mercado de la ciudad y se hacía tarde decidió continuar su viaje, por lo que el anciano se dispuso a acompañarlo.
Cuando llegaron al mercado vieron a una anciana ciega que cargaba entre sus brazos a una pequeña niña de tres años de edad, el anciano le dijo a Wei Gu «¿Ves a esta pequeña niña? Ella será tu esposa en el futuro»
Pero a Wei Gu le pareció que era demasiado extraño para creerlo por lo que le pidió a su criado que apuñalara a la niña con su cuchillo, con eso demostraría que nadie puede predeterminar los matrimonios, acto seguido Wei Gu y su criado se marcharon rápidamente y el anciano también desapareció.
Catorce años después de este incidente, el gobernador Wang Tai de la ciudad de Xiangzhou le dió a Wei Gu por esposa a su hija. Aunque la hija del gobernador era una joven muy hermosa, le había sido difícil encontrarle una pareja adecuada a su status social que quisiera casarse con ella, esto debido a que la chica tenía dificultades para caminar y una enorme cicatriz en la espalda baja. Cuando Wei Gu le preguntó qué le había pasado a la joven, el emperador le respondió que catorce años atrás inexplicablemente un hombre la había apuñalado en el mercado de Songcheng cuando era solo una niñita. Wei Gu entendió que esa niña era la misma que el anciano Yue Lao le dijo que algún día sería su esposa, la que estaba unida a él por el hilo rojo del destino y que nada podría interponerse entre ellos pues el Dios del Amor y el Matrimonio así lo había decidido aquella noche en Songcheng.