Amor empieza por desasosiego, solicitud, ardores y desvelos; crece con riesgos, lances y recelos; susténtase de llantos y de ruego. Doctrínanle tibiezas y despego, conserva el ser entre engañosos velos, hasta que con agravios o con celos apaga con sus lágrimas su fuego. Su principio, su medio y fin es éste: ¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío de Celia, que otro tiempo bien te quiso? ¿Qué razón hay de que dolor te cueste? Pues no te engañó amor, Alcino mío, sino que llegó el término preciso
Rima XVI (Gustavo Adolfo Bécquer)
Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees que suspirando pasa el viento murmurador, sabe que, oculto entre las verdes hojas, suspiro yo. Si al resonar confuso a tus espaldas vago rumor, crees que por tu nombre te ha llamado lejana voz, sabe que, entre las sombras que te cercan, te llamo yo. Si se turba medroso en la alta noche tu corazón, al sentir en tus labios un aliento abrasador, sabe que, aunque invisible, al lado tuyo, respiro yo.
El Hilo Rojo Del Destino (Leyenda, China)
Cuenta la leyenda que en la antigua China, durante la dinastía Tang habían un joven llamado Wei Gu que cierta noche pasaba por la ciudad de Songcheng, donde vio bajo la luz de la luna a un anciano tranquilamente recostado sobre su mochila leyendo un libro. Sorprendido por el hecho de que el anciano pudiese leer con tan poca luz Wei Gu se aproximó a preguntarle qué leía.
«Estoy leyendo un libro de matrimonios que enlista quién se va a casar con quién. En mi mochila traigo hilos rojos para atar los tobillos de los maridos con sus respectivas esposas» respondió el anciano, que no era otro que el mismísimo Yue Lao, el Dios del Amor y el Matrimonio, aunque Wei Gu no lo sabía.
Wei Gu no supo qué pensar sobre eso, pero como iba de camino al mercado de la ciudad y se hacía tarde decidió continuar su viaje, por lo que el anciano se dispuso a acompañarlo.
Cuando llegaron al mercado vieron a una anciana ciega que cargaba entre sus brazos a una pequeña niña de tres años de edad, el anciano le dijo a Wei Gu «¿Ves a esta pequeña niña? Ella será tu esposa en el futuro»
Pero a Wei Gu le pareció que era demasiado extraño para creerlo por lo que le pidió a su criado que apuñalara a la niña con su cuchillo, con eso demostraría que nadie puede predeterminar los matrimonios, acto seguido Wei Gu y su criado se marcharon rápidamente y el anciano también desapareció.
Catorce años después de este incidente, el gobernador Wang Tai de la ciudad de Xiangzhou le dió a Wei Gu por esposa a su hija. Aunque la hija del gobernador era una joven muy hermosa, le había sido difícil encontrarle una pareja adecuada a su status social que quisiera casarse con ella, esto debido a que la chica tenía dificultades para caminar y una enorme cicatriz en la espalda baja. Cuando Wei Gu le preguntó qué le había pasado a la joven, el emperador le respondió que catorce años atrás inexplicablemente un hombre la había apuñalado en el mercado de Songcheng cuando era solo una niñita. Wei Gu entendió que esa niña era la misma que el anciano Yue Lao le dijo que algún día sería su esposa, la que estaba unida a él por el hilo rojo del destino y que nada podría interponerse entre ellos pues el Dios del Amor y el Matrimonio así lo había decidido aquella noche en Songcheng.
Hay Ojos Que Miran, Hay Ojos Que Sueñan (Miguel De Unamuno)
Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan, hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan, hay ojos que ríen -risa placentera, hay ojos que lloran -con llanto de pena, unos hacia adentro -otros hacia fuera. Son como las flores -que cría la tierra. Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa, los que están haciendo -tu mano de hierba, me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan, me ríen rientes -risa placentera, me lloran llorosos -con llanto de pena, desde tierra adentro, -desde tierra afuera. En tus ojos nazco, -tus ojos me crean, vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera, en tus ojos muero, -mi casa y vereda, tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.
Memorándum (Mario Benedetti)
Uno llegar e incorporarse el día Dos respirar para subir la cuesta Tres no jugarse en una sola apuesta Cuatro escapar de la melancolía Cinco aprender la nueva geografía Seis no quedarse nunca sin la siesta Siete el futuro no será una fiesta Y ocho no amilanarse todavía Nueve vaya a saber quién es el fuerte Diez no dejar que la paciencia ceda Once cuidarse de la buena suerte Doce guardar la última moneda Trece no tutearse con la muerte Catorce disfrutar mientras se pueda.
Si Tú Me Dices ¡Ven! (Amado Nervo)
Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo... No volveré siquiera la mirada para mirar a la mujer amada... Pero dímelo fuerte, de tal modo que tu voz, como toque de llamada, vibre hasta el más íntimo recodo del ser, levante el alma de su lodo y hiera el corazón como una espada. Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo. Llegaré a tu santuario casi viejo, y al fulgor de la luz crepuscular; mas he de compensarte mi retardo, difundiéndome ¡Oh Cristo! ¡como un nardo de perfume sutil, ante tu altar!