Reflexiones

Es viernes por la tarde y Silvia otra vez cancela su salida con las amigas, es la tercera vez en el mes que las deja plantadas. Tampoco ha ido con la misma frecuencia que antes a casa de sus padres, ni ha contestado las llamadas de ninguno de sus seres queridos. En los últimos meses se ha distanciado emocionalmente de todos los que le rodean. Ni sus amigas ni su familia ni compañeros del trabajo comprenden qué es lo que pasa con ella. Algunos han empezado a sentir que les rechaza deliberadamente y esto les duele, especialmente porque desconocen los motivos de la conducta de Silvia. Ella por el contario poco a poco ha ido sintiendo que ya no encaja más en la vida de los demás, se considera a sí misma una persona aburrida aparte de que cualquier posibilidad de burla hacia su persona le parece insoportable así que prefiere no exponerse, poniendo tierra de por medio. Pero en realidad lo que sucede es que tiene un infundado miedo al rechazo, y para protegerse de ese supuesto rechazo se ha escondido tras un escudo de distanciamiento físico y emocional, fracturando con esto las buenas relaciones que hasta hace algún tiempo tenía.

Encerrarse en sí mismo, rechazar la compañía de otros, negarse a aceptar una mano amiga y en general aislarse emocionalmente del resto del mundo constituyen a menudo un escudo comúnmente usado para auto protegerse de la posibilidad de ser lastimados o rechazados por otros en el plano sentimental. Pero este escudo a veces hace más daño que «las lanzas» creadas para defenderse. En ocasiones las barreras emocionales que construimos al rededor nuestro por temor al rechazo, lastiman más que las agresiones directas, no solo a quién levanta dichas barreras sino también a quienes excluye.

Si bien es cierto que en tiempos de pandemia se ha recomendado el distanciamiento social y físico, no es lo mismo el distanciamiento emocional provocado a propósito de rechazar a los demás. Así que si poco a poco te vas encerrando en ti mismo, sintiéndote menos válido y apto, cuanto más te aísles, perderás más habilidades sociales y el daño será peor para ti y para tus seres queridos. En ocasiones, la pereza, la tristeza y diversos sentimientos negativos pueden llevarnos a decir “no” a una salida con amigos pero también pueden ocultar un miedo, algo que queremos evitar y que al mismo tiempo no queremos ver ni solucionar.

En el caso de Silvia, ella pasó por una experiencia de ruptura amorosa que no supo cómo manejar, ocasionando como mecanismo de defensa el rechazo en general, incluidos quienes no tuvieron nada que ver en el asunto.

¿Te ha pasado algo parecido? ¿Te han herido o lastimado? Al igual que Silvia ¿Pones  excusas  para aislarte de los demás porque te dices a ti mismo que no tienes ganas de verlos cuando, en realidad, lo que tienes es miedo? No cometas los mismos errores que Silvia, déjate ayudar y no lastimes con tus escudos a quienes quieren estar cerca de ti.

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