Había una familia muy humilde que recibió la bendición de tener una hermosa hija, pero solo una, siendo esta la más bella de toda la aldea. Con el paso del tiempo aquella niña se convirtió en una hermosa mujer, asediada por innumerable cantidad de pretendientes. Entre ellos varios mozos guerreros del pueblo y expertos cazadores, sin embargo ella los rechazaba a todos debido a que no encontraba lo que su corazón anhelaba.
Cierta noche salió al río como de costumbre, a pensar bajo la luz de la luna llena, en las ocurrencias de sus pretendientes, lamentando que ninguno fuera el indicado. Esa noche se presentó en la orilla del río un apuesto joven, de gallarda figura, ojos claros y dulce mirar. De inmediato el corazón de la joven quedó prendado del atractivo desconocido. A partir de aquella noche se veían a diario después de la puesta del sol, a la orilla del río para conversar durante horas y horas. Finalmente después de algunas noches el joven declaró su amor con sus intenciones de desposarla. La chica aceptó muy enamorada la propuesta de su amado pues veía en él su corazón noble y puro.
Al regresar a casa le contó todo a su abuela quién feliz al escuchar la noticia de la próxima boda de su nieta, pidió ser la primera en conocer al misterioso galán, al que nunca habían visto antes en el pueblo ni en las aldeas vecinas. A la noche siguiente, la joven y su abuela acudieron al río donde apareció el gallardo enamorado. Sin embargo, a la abuela le pareció notar algo extraño en la mirada del hombre, pero guardó sus sospechas para sí misma, ya que su nieta por fin era feliz y había encontrado el amor.
Cuando fue el turno de presentarlo a los padres, el joven acudió a la casa de la chica para conocer a los futuros suegros y hablar de la boda. La velada transcurrió muy bien, pero en cierto momento cuando la luz de la luna llena se filtró por la ventana el novio manifestó cierta incomodidad y solicitó que las ventanas fueran cerradas. Ante tan extraña petición las sospechas de la abuela afloraron, por lo que al despedirse el joven, la abuela decidió seguirlo. Sin embargo antes de retirarse, el apuesto galán hizo un pacto a solas con su novia, en donde ella accedía a concederle cualquier petición que él tuviese, a cambio, él la cuidaría y protegería por siempre.
La abuela entonces siguió al joven pero éste desapareció en la rivera del río antes de que ella pudiese alcanzarle, por lo que regresó a casa con la convicción de que algo extraño pasaba con el prometido de su querida nieta. Algo más extraño sucedió cuando esa misma noche, a la media noche para ser exactos, inexplicablemente la chica se levantó de su cama para dirigirse al río como si alguien la llamara. Cautelosa, la abuela siguió a su nieta, para descubrir que en la orilla del río la esperaba el muchacho. A la luz de la luna el apuesto joven desapareció para dejar al descubierto su verdadera y horrenda apariencia: un fornido reptil humanoide verde, con ojos grisáceos, adornado con una boa como collar, unas horribles serpientes negras como cinturones y caparazones de tortuga en los pies.
La abuela aterrada corrió hacia donde su nieta pero el Yacuruna al verse descubierto se apresuró a llevarse a la muchacha a las profundidades del río donde desaparecieron. De inmediato la abuela corrió a la casa donde contó todo a los padres de la joven, quienes salieron en busca del Yacuruna para rescatar a su hija. Durante días y noches, con la ayuda de varios guerreros recorrieron el río, los lagos y lagunas aledañas sin encontrar rastro de la joven. Después de ser consultado, el chamán de la aldea les dijo a los desconsolados padres que el Yacuruna solo aparecería en las noches de luna llena, o en sus sueños.
Algunos afirman que el Yacuruna es el señor o patriarca de las tribus errantes de la raza Yacuruna que hasta hace miles de años poseía forma humana, y que vino buscando establecerse en las antiguas colonias de la Gran Atlántida, sumergida bajo el océano durante el diluvio universal. Al haberse adaptado tanto a la vida subacuática, el Yacuruna no pudo revertir el proceso y regresar a tierra firme, por lo que su apariencia es la de un reptil, aunque puede transformarse en humano con sus poderes y de los animales que habitan en sus dominios.
Se dice que él viaja por los ríos y los lagos del la Amazonía por la noche montando un enorme cocodrilo negro. En su forma humana es un hombre encantador y atractivo. Utiliza su encanto, el cual ha perfeccionado a lo largo de los siglos, para atraer a muchachas hermosas y a niños curiosos a jugar, para luego sumergirlos en las profundidades del agua, donde los mantiene cautivos como parte de su colección en su palacio, hasta que se convierten en un miembro más de su pueblo, perdiendo su apariencia humana.
Otros dicen que es un espíritu maligno asignado al Amazonas para atraer viajeros, niños y mujeres jóvenes y hermosas para luego robarles el alma. Sea como sea, el término Yacuruna es procedente del Quechua cuya etimología parte de la raíz “Yaku” que significa Agua o Río, y “Runa” que significa Hombre o Gente, siendo entonces la palabra completa “Hombre del río. En Colombia se le considera el dios poderoso que gobierna los ríos y lagos de la Amazonía.
Meses después del incidente, la madre que aún no se resignaba a perder a su única hija, tuvo un sueño en el que veía a la muchacha muy feliz, y ésta le decía que ahora vivía en una casa muy grande, rodeada de servidumbre, y que era muy feliz junto a su esposo quién la amaba mucho y la trataba muy bien. Aunque aquel sueño le dio cierta paz esto fue temporal, porque aún dos años después de aquel sueño la madre seguía pensando mucho en su hija y deseando verla. Una tarde, la madre salió a caminar por la orilla del río, tras un largo rato se sentó a descansar y se quedó dormida. Nuevamente soñó con su hija pero esta vez la muchacha lloraba al ver la tristeza de su madre, por lo que le dijo que iría a buscarla dentro de dos noches, ya que no volvería a aparecer ni en sueños nunca más. La madre salió sigilosamente la noche acordada pero fue descubierta por su esposo quien en compañía de la abuela, el chamán y algunos aldeanos la siguieron. Al llegar a la orilla del río en el espejo del agua apareció el reflejo de la joven perdida y detrás de ella el Yacuruna montado sobre su gran cocodrilo negro. El padre de la joven y los que lo acompañaban se apresuraron a correr sobre ellos pero el Yacuruna de inmediato tomó a su suegra y desaparecieron los tres en el agua. Desde entonces se dice que en la cara del río durante las noches de luna llena aparece la silueta de dos mujeres lavando y jugando, mientras que el Yacuruna ronda las aguas sobre su enorme cocodrilo.