Era una tarde de primavera
y entre las sombras el sol moría,
cuando entre las rejas de mi ventana
vi una paloma que me decía:
Soy mensajera, crucé los mares
para decirte que en sus excesos
te envía entre penas el que te adora,
tiernos suspiros, lágrimas, besos.
Vengo a decirte que no te olvida,
que en sus tristezas y en sus pesares
solo en ti piensa porque te adora,
soy mensajera de sus amores...
Vuelve paloma, ¡vuelve! le dije,
y dile entonces que yo te envío
y que le llevas sobre tus alas
tristes suspiros del pecho mío.
Dile que sufro, que sufro mucho
que siempre mi alma se halla muy triste;
dile que lloro, que tú lo viste.
Pasó aquel año, llegó el invierno,
era una tarde nublada y fría
cuando en las rejas de mi ventana
vi una paloma que me decía:
Soy mensajera, crucé los mares
vengo cansada, cansada y triste
porque te traigo sobre mis alas
unos amores que ya perdiste.
¡Perdón! me dijo, para el ingrato
que de ese modo te olvida aleve
y ocultando el pico bajo su ala
quedóse muerta sobre la nieve.
cuando el correo tenía plumas y las cartas papel, no por ello dejaban de darse malas noticias, no por ello era menos doloroso un adiós.
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